El matrimonio de Laura
Desde que Laura contrajo nupcias, su
presencia toda había transcurrido a través de una subsistencia de grata
felicidad,y de intensa armonía mutua, entre ella y todo su universo circundante. Era feliz. A sus veintiséis años de acertado amorío con
la vida, ya contaba con tres hermosos retoños, producto de su felicidad
matrimonial con Ricardo, su también joven esposo. Ambos decidieron por acuerdo, que
solo él trabajaría en la calle, a fin de que ella pudiese quedarse en la casa
y atender de manera plenamente maternal, a sus tres pequeños; al fin y al cabo
con quién podrían estar mejor, que con su propia madre, se decían cada vez que el
tema salía a colación.
Ricardito, el mayor de los hijos, contaba
apenas con seis años de edad, seguido de Luís
con tan solo un año de diferencia con respeto a su mayor hermano, y Laurita quien había nacido
hacía apenas unos meses antes, del hecho acontecido que hoy relato.
De Ricardo se diría que era mas feliz
aún que su mujer, porque se sentía dichoso de haber encontrado la pareja que insertaba su alma, mujer bella y virtuosa, y de tener con ella los hijos, con quienes siempre soñó. Todo esto, bajo un techo acogedor y cálido como lo poseían
ciertamente, preñado de toda comodidad humana, derivado de su trabajo de ingeniero bien remunerado.
Total como dicen por ahí, que a
este: “solo le faltaba sarna para rascarse”.
Ricardo planificó inculcarles a sus
hijos desde pequeños, las buenas costumbres y enseñanzas, para que crecieran como personas de bien, educadas en lo mejor
de los hábitos de familia. Tal pensamiento lo llevó a improvisarse métodos para guiarlos adecuadamente, y
sembrar en ellos la rectitud y el orden, al igual que sus padres lo hicieron para con él.
Un ejemplo de lo anterior, lo constituía el hecho de que, cuando alguno de sus
hijos varones, andaba descalzo o sin ropa, entonces lo amenazaba acosándolo hasta que corría a buscar a su madre para que lo vistiese.
En
realidad era algo ameno porque parecía mas bien un juego que una manera de
disciplina -“les voy a
cortar el piquito”
– les amenazaba con las tijeras de podar, o cuando no, era con un martillo, para dizque golpearles los dedos de
los pies para que se calzaran.
El menor, no comprendía nada de aquello, solo corría por ver a su hermano hacerlo, y se desnudaba solo por imitar a su hermano, quien a su vez lo hacía a propósito, para provocar que su padre lo persiguiera, para él se trataba más que corrección, de un juego. De lo cual se devino la costumbre, de que el más pequeño, le tomara el gusto, por andar desnudo todo el tiempo que podía jugando por la casa.
En una ocasión en horas de la tarde, Laura
como de costumbre, se regodeaba en las tareas vespertinas, se
encontraba en ese momento bañando a la
beba, para luego dormirla. Sus dos hijos varones, estaban en el cuarto contiguo jugando alrededor de algunos juguetes.
Los vigilaba a puro oído, mientras trabajaba en la casa, los
escuchaba de vez en cuando retozar, o discutir para quitarse alguna cosa de jugar. Le
bastaba con eso para saber como andaban las cosas. Mientras que Laurita, la pequeña beba, sonreía
chapoteando con pataleos y carcajadas, a la par que agitaba los bracitos, sin quitar la vista del rostro de su madre. Le gusta el agua tibia.
En una de esos momentos, Laura escuchó un grito de dolor proveniente de uno de
sus hijos, instintivamente volteó la mirada hacia donde provenía el alarido y corrió a enterarse de lo qué ocurría. Tenía el
corazón dolido de miedo, por no saber con que se encontraría.
Cuando al fin llegó al cuarto, vio como el menor de los varones
se desvanecía en el suelo desmayándose
de puro dolor, con todas sus
piernas chorreadas de sangre, mientras que su otro hijo sostenía amarillo
del susto, unas tijeras en sus manitas inocentes.
Gritó desesperada sin hallar
que hacer, ya para entonces, casi la mujer no coordinaba debidamente sus acciones y pensamientos. Sin perder tiempo, envolvió al niño con la toalla que tenía en el hombro, y corrió en busca de ayuda, pero se le ocurrió llevarlo al centro de salud, y tomó temblando las
llaves de su vehículo. Todo ocurría en su
mundo como de cámara lenta, pero no era así, el tiempo se comía por entero a Laura.
Colocó al niño herido en el asiento
trasero, le dio al encendido, y apretó el acelerador, luego de haber colocado la palanca en reversa. La camioneta estaba en bajada y avanzó bruscamente, y de inmediato, en todo el vehículo, se sintió un bulto estropeándose por una de
las ruedas delanteras, cuando al fin
terminó de salir, observó que aquello pisado, era su otro hijo, quien se había refugiado de sus propios miedos debajo del carro, al haberle cortado de un tajo el pene a su hermanito, con las tijeras de trozar
pollo. Se desplomó frente al volante, mientras que su hijita, la hermosa beba de sus encantos, se encontraba todavía boca arriba dentro de su
tina de plástico rosado, clara, serena entre el agua tibia aún….ahogada.
19 de agosto
de 2008
El menor, no comprendía nada de aquello, solo corría por ver a su hermano hacerlo, y se desnudaba solo por imitar a su hermano, quien a su vez lo hacía a propósito, para provocar que su padre lo persiguiera, para él se trataba más que corrección, de un juego. De lo cual se devino la costumbre, de que el más pequeño, le tomara el gusto, por andar desnudo todo el tiempo que podía jugando por la casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu visita. Frecuentemente se harán mas publicaciones similares para tu disfrute.
Por favor, te pido que en cualquier comentario, evites que los mismos sean ofensivos y de mal gusto, o expresiones que puedan perjudicar a terceros y a la moral de este tu Blog. Gracias nuevamente.